Analía51 estaba convencida de que los semáforos tenían personalidad. Y no solo eso: ¡tenían opiniones políticas! Había notado que, cada vez que estaba detenida en un semáforo rojo, su mente comenzaba a elucubrar teorías sobre la vida secreta de las luces. "Este semáforo, sin duda, es de izquierda", pensó, mirando fijamente la luz roja. "Mira cómo se queda en pausa, como si le costara avanzar con todo el sistema."

“Los semáforos son unos revolucionarios”, continuó Analía51 mientras observaba cómo el verde de la otra intersección brillaba con furia. “Este, por ejemplo, está totalmente del lado de los rápidos. ¡Lo sé! Está pidiendo velocidad, está dando una señal de liberación. Pero este rojo… el rojo está comprometido con la revolución de la paciencia.”

Cuando llegó a su casa, comenzó a escribir un manifiesto sobre los semáforos. “Semáforo libre para todos” era el título. Decía algo como esto:

"Los semáforos son seres con conciencia. Nos observan, nos juzgan, nos imponen ritmos. ¿Por qué nos detenemos ante ellos? ¿Acaso no entendemos que están mandando señales de resistencia y aceptación al mismo tiempo? Algunos son autoritarios, otros se rebelan, algunos simplemente disfrutan la vista mientras nos esperan."

Decidió que debía fundar el Club de los que Entienden a los Semáforos. Invitó a sus amigos, pero todos se rieron de la idea. Sin embargo, Analía51 no se dejó desanimar. “¡Vamos! ¡Unete! ¡¿No ves que el semáforo está intentando decirnos algo?! Este semáforo verde quiere que vayamos a la guerra, mientras que el rojo nos pide paz… ¡y tal vez una taza de té!”

Esa tarde, montó una reunión secreta en su cocina, con sus plantas (que siempre la apoyaban, claro). Las plantas eran sus miembros más fieles del club. Para tener una idea de lo que sentía cada semáforo, había creado un "panel de luces" hecho con luces de Navidad. Las conectó a una batería, y comenzó a darle señales para ver qué pasaba: la luz roja se prendía lentamente, la amarilla se parpadeaba con dudas existenciales, y la verde brillaba con total determinación.

A medio camino del manifiesto, un coche con un conductor muy apurado pasó frente a su ventana, y Analía51 le hizo un saludo con la mano, como si de alguna manera, el conductor estuviera participando en la rebelión. “¡Estamos todos en la misma revolución semafórica!” gritó desde la ventana.

Para terminar, Analía51 escribió una carta abierta a todos los semáforos del mundo. La firmó con su nombre y un emoticono de semáforo: "Apreciados semáforos, soy vuestra aliada. Estoy aquí para deciros que os entiendo. Que esta lucha es nuestra. Hoy no más luces rojas en la vida. ¡Vamos por la libertad de los cambios de luces!"

Nunca mandó la carta. Pero se sintió bien al escribirla. A veces, el poder de entender las luces rojas es más revolucionario que cualquier cambio de tráfico.




Texto generado por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
Cortesía de OpenAI.
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